Stabat Mater

Estabas como la estrella que nunca baila
de madrugada y haciendo guardia,
besando fuerte tus coordenadas.
Estabas como el latido que nunca para,
como la rosa que no se marcha
cuando el invierno sin luz se alarga.
Estabas como la Madre de Dios,
estabas como la nana que susurrabas
y nunca para.
        
A la hora de la espada,
cuando el miedo nos alcanza,    
una Madre y un madero,
con su Niño cara a cara,                    
con sus lágrimas le abraza,
y otro fiat se levanta
cuando cruzan las miradas.
  
A la hora de la espada,
cuando el cielo nos araña
y se borran tantas huellas
en la orilla de la playa,                       
tu silencio y tu presencia
dicen más que mil palabras
porque estar como tú estabas
es el verbo del que ama.


Estabas como la estrella que nunca baila
de madrugada y haciendo guardia,
besando fuerte tus coordenadas.
Estabas como el latido que nunca para,
como la rosa que no se marcha
cuando el invierno sin luz se alarga.
Estabas como la Madre de Dios,
estabas como la nana que susurrabas
y nunca para.
        
A la hora de la espada,
cuando el miedo nos alcanza,    
una Madre y un madero,
con su Niño cara a cara,                    
con sus lágrimas le abraza,
y otro fiat se levanta
cuando cruzan las miradas.
  
A la hora de la espada,
cuando el cielo nos araña
y se borran tantas huellas
en la orilla de la playa,                       
tu silencio y tu presencia
dicen más que mil palabras
porque estar como tú estabas
es el verbo del que ama.

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Horarios Semana Santa

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Como San José

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Carpintería de San José

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Cuaresma: Caminar juntos en la santidad.

“Para estímulo de la caridad y las buenas obras”:

Esta expresión de la Carta a los Hebreos (10, 24) nos lleva a considerar la llamada universal a la santidad, el camino constante en la vida espiritual, a aspirar a los carismas superiores y a una caridad cada vez más alta y fecunda (cf. 1 Co 12,31-13,13). La atención recíproca tiene como finalidad animarse mutuamente a un amor efectivo cada vez mayor, «como la luz del alba, que va en aumento hasta llegar a pleno día» (Pr 4,18), en espera de vivir el día sin ocaso en Dios. El tiempo que se nos ha dado en nuestra vida es precioso para descubrir y realizar buenas obras en el amor de Dios. Así la Iglesia misma crece y se desarrolla para llegar a la madurez de la plenitud de Cristo (cf. Ef 4,13). En esta perspectiva dinámica de crecimiento se sitúa nuestra exhortación a animarnos recíprocamente para alcanzar la plenitud del amor y de las buenas obras.

Lamentablemente, siempre está presente la tentación de la tibieza, de sofocar el Espíritu, de negarse a «comerciar con los talentos» que se nos ha dado para nuestro bien y el de los demás (cf. Mt 25,25ss). Todos hemos recibido riquezas espirituales o materiales útiles para el cumplimiento del plan divino, para el bien de la Iglesia y la salvación personal (cf. Lc 12,21b; 1 Tm 6,18). Los maestros de espiritualidad recuerdan que, en la vida de fe, quien no avanza, retrocede.

Para leer más clic en: Mensaje de Benedicto XVI para la Cuaresma de 2012

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