Buena Nueva del Domingo 34 del T.O. Fiesta de Cristo Rey

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Lectura del santo evangelio según san Lucas (23,35-43):

En aquel tiempo, las autoridades hacían muecas a Jesús, diciendo: «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.»
Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo: «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.»
Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: «Éste es el rey de los judíos.»
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.»
Pero el otro lo increpaba: «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada.»
Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.»
Jesús le respondió: «Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.»

                                                                                                       Palabra del Señor

Comentario del Papa Francisco

Cristo es el centro de la historia de la humanidad, y también el centro de la historia de todo hombre. A él podemos referir las alegrías y las esperanzas, las tristezas y las angustias que entretejen nuestra vida. Cuando Jesús es el centro, incluso los momentos más oscuros de nuestra existencia se iluminan, y nos da esperanza, como le sucedió al buen ladrón en el Evangelio de hoy.

Mientras todos se dirigen a Jesús con desprecio -«Si tú eres el Cristo, el Mesías Rey, sálvate a ti mismo bajando de la cruz»- aquel hombre, que se ha equivocado en la vida pero se arrepiente, al final se agarra a Jesús crucificado implorando: «Acuérdate de mí cuando llegues a tu reino» (Lc 23,42). Y Jesús le promete: «Hoy estarás conmigo en el paraíso» (v. 43): su Reino. Jesús sólo pronuncia la palabra del perdón, no la de la condena; y cuando el hombre encuentra el valor de pedir este perdón, el Señor no deja de atender una petición como esa. Hoy todos podemos pensar en nuestra historia, nuestro camino. Cada uno de nosotros tiene su historia; cada uno tiene también sus equivocaciones, sus pecados, sus momentos felices y sus momentos tristes. En este día, nos vendrá bien pensar en nuestra historia, y mirar a Jesús, y desde el corazón repetirle a menudo, pero con el corazón, en silencio, cada uno de nosotros: “Acuérdate de mí, Señor, ahora que estás en tu Reino. Jesús, acuérdate de mí, porque yo quiero ser bueno, quiero ser buena, pero me falta la fuerza, no puedo: soy pecador, soy pecadora. Pero, acuérdate de mí, Jesús. Tú puedes acordarte de mí porque tú estás en el centro, tú estás precisamente en tu Reino.” ¡Qué bien! Hagámoslo hoy todos, cada uno en su corazón, muchas veces. “Acuérdate de mí, Señor, tú que estás en el centro, tú que estas en tu Reino.”

La promesa de Jesús al buen ladrón nos da una gran esperanza: nos dice que la gracia de Dios es siempre más abundante que la plegaria que la ha pedido. El Señor siempre da más, es tan generoso, da siempre más de lo que se le pide: le pides que se acuerde de ti y te lleva a su Reino.

Jesús es el centro de nuestros deseos de gozo y salvación. Vayamos todos juntos por este camino.        Plaza de San Pedro
Domingo 24 de noviembre de 2013

CARTA ENCÍCLICA
QUAS PRIMAS
DEL SUMO PONTÍFICE
PÍO XI
SOBRE LA FIESTA DE CRISTO REY

 

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¿Burlarse o InvSe burlaban de Él

 

Son muchos los que se ríen hoy de las creencias religiosas y hacen caricatura permanente del creyente. Basta encender el televisor o asomarse a las revistas y semanarios de moda, para encontrarse con toda clase de burlas y parodias sobre el hecho religioso. Se diría que una actitud de modernidad y permisividad progresista ha de llevar consigo necesariamente el sarcasmo y la irreverencia hacia todo lo sagrado.

A veces da la impresión de que el creyente ha de ser considerado como un estúpido al que, en el fondo, se tolera, pero cuya postura religiosa dice muy poco en favor de su madurez humana y cultural. Si la fe es «eso» que nos presenta tantas veces la pequeña pantalla del televisor, ciertamente está destinada a ser alimento de personas enfermas y subdesarrolladas. Los ataques y las burlas se crecen todavía más cuando se trata de presentar a la Iglesia como una institución reaccionaria, totalitaria y ligada siempre al poder.

Ciertamente, en la historia pasada y presente de la Iglesia, hay muchas facetas sombrías y a nadie nos ha de extrañar que sean bastantes los que se crean con derecho a «pasarle factura». Pero, ¿se puede, sin ignorancia o mala fe, silenciar tantos aspectos positivos del cristianismo y reducir la historia de la Iglesia a la vida de los Borgia, la actuación de la Inquisición española, la condena de Galileo u otros episodios semejantes presentados de manera simplista y sin apenas rigor alguno?

Lo más lamentable no es, sin embargo, el rebrote de anticlericalismo, fenómeno, por otra parte, estéril y superado ya en la mayoría de los países europeos. Lo importante es preguntamos qué hemos de hacer después de burlamos de todo lo sagrado. Porque las preguntas más fundamentales siguen vivas en el corazón del hombre: ¿Qué somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? ¿Qué nos espera?

¿Hasta dónde hay que continuar la farsa? ¿Es más humano este hombre superficial que se defiende de Dios burlándose de Él, o aquel que busca un sentido último al misterio de la existencia dispuesto a abrirse a todo ofrecimiento de salvación? ¿Cuál es la postura más humana ante Cristo crucificado, culmen de la cercanía de Dios a los hombres? ¿La postura de los soldados que se burlan de él, o la oración del malhechor que le grita: «Acuérdate de mí»?

 

José Antonio Pagola

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