Me fijo demasiado en mis bajezas
y olvido tu presencia luminosa,
tu palabra de fuego que me asiste,
tu plan de amor, que hacia el perdón convoca.
No cambiaré jamás y aún me quieres
con mi carácter y alma tempestuosa,
para que así, los prados que florezcan a mi paso,
presientan que es tu obra.
Todo esto sé; pero lo olvido pronto
ante el espejo que consulto a solas.
Rómpelo de una vez. Que yo te mire,
por encima de mí, en todas las cosas.
(Luis Carlos Flores Mateos, SJ)