Amor de Dios

Clic descargar presentación

Ahora bien, Dios me quiere con mis sacrificios y mis alegrías, con mis
éxitos y mis fracasos. Dios es el fundamento más radical de mi ser entero.
Una cosa es saberme aceptado; pero sentirlo vivamente es otra cosa com-
pletamente distinta. No basta haber palpado el amor de Dios. Se necesita
mucho más que eso para construir la vida sobre el amor de Dios. Hace
falta mucho tiempo para llegar a creer que Dios me acepta tal como soy.
Siempre se nos ha dicho que es importante amar a Dios y, por supues-
to, es la pura verdad. ¡Pero es mucho más importante el que Dios nos ame
a nosotros! San Juan nos dice:
“El amor consiste en esto: no en que nosotros
hayamos amado a Dios, sino en que Él nos ha amado a nosotros”.

Clic descargar presentación

Esto es lo
fundamental de nuestra fe: el amor de Dios hacia nosotros. La noche antes
de su muerte, Jesús pidió a su Padre: Tú
“que los amas tanto como me amas
a mí… que el amor que me tienes esté en ellos”
(Jn 17, 23-26). Parece incre-
íble que Dios nos ame tanto como a su propio Hijo, Jesucristo. Y, sin
embargo, esto es precisamente lo que nos dice la Escritura.
Por eso algunos definen la fe como “el coraje de aceptar la aceptación”,
refiriéndose a la aceptación nuestra por parte de Dios. Tal vez no nos
demos cuenta de que la fe exige mucho coraje de nuestra parte. El coraje
de creer que Dios nos ama, nos acepta. A veces nos pasa que cuando nos
ocurre algún acontecimiento adverso, casi siempre nuestra primera reac-
ción es la de quejarnos: “¿Cómo es posible que Dios permita tal cosa?”.
Ponemos en duda el amor de Dios. Hay que tener coraje para creer en la
aceptación de Dios pase lo que pase. Nos cuesta creer que el amor de Dios
es infinito. Lo único que podemos hacer es lanzarnos en su profundidad
insondable; pero nos da miedo soltarnos de nuestra seguridad y lanzarnos.
Resulta más o menos fácil creer en el amor de Dios en general, pero es
muy difícil creer en el amor que me tiene personalmente a mí -¿por qué
a mí?-. En realidad son poquísimas las personas que son capaces de acep-
tarse a sí mismas, y de creer que Dios las ama. La autoaceptación es un acto
de fe. Si Dios me ama, yo tengo que aceptarme a mí mismo. No puedo ser
más exigente que Dios, ¿verdad?
Esta entrada fue publicada en Reflexiones y etiquetada , , . Guarda el enlace permanente.