“El destino de nuestra vida es vivir con Dios para siempre (…)
Todas las cosas en este mundo son regalos de Dios, presentados a nosotros para que podamos conocer a Dios más fácilmente, y para que podamos agradecerlas más rápidamente (…) Apreciamos y usamos todos estos regalos, mientras nos ayuden a desarrollarnos como personas que aman. Pero si cualquiera de estos regalos se vuelve el centro de nuestras vidas, ellos desplazan a Dios, por lo que impiden nuestro crecimiento hacia nuestro destino (…).
Todo posee el potencial para generar en nuestro interior una profunda respuesta a nuestra vida en Dios. Nuestro único deseo y nuestra única elección debe ser éste: “Deseo y elijo lo que mejor me dirige a la profundización de la vida de Dios en mí”.
S. Ignacio de Loyola