Evangelio:
«En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo: “Tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo. El que cree en el Hijo de Dios no está condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado por no creer en el Hijo único de Dios”.»
Meditación del Papa Francisco
El Evangelio de hoy nos propone las palabras dirigidas por Jesús a Nicodemo: “Dios, amó tanto al mundo, que dio a su Hijo unigénito”. Escuchando esta Palabra, dirigimos la mirada de nuestro corazón a Jesús Crucificado y sentimos dentro de nosotros que Dios nos ama, nos ama de verdad, y ¡nos ama mucho! Esta es la expresión más sencilla que resumen todo el Evangelio, toda la fe, toda la teología: Dios nos ama con amor gratuito y sin límites. Así nos ama Dios. […]
San Pablo nos recuerda: “Pero Dios, que es rico en misericordia –no olvidarlo nunca, es rico en misericordia– por el gran amor con que nos amó, precisamente cuando estábamos muertos a causa de nuestros pecados, nos hizo revivir con Cristo”. La Cruz de Cristo es la prueba suprema del amor de Dios por nosotros: Jesús no ha amado “hasta el extremo”, es decir, no solo hasta el último instante de su vida terrena, sino hasta el extremo límite del amor. Si en la creación el Padre nos ha dado la prueba de su amor inmenso dándonos la vida, en la Pasión de su Hijo nos ha dado la prueba de las pruebas: ha venido a sufrir y morir por nosotros. Y esto por amor. Así de grande es la misericordia de Dios, porque nos ama, nos perdona con su misericordia, Dios perdona todo y Dios perdona siempre.
María, Madre de misericordia, nos ponga en el corazón la certeza de que somos amados por Dios. Esté cerca de nosotros en los momentos de dificultad y nos done los sentimientos de su Hijo. (S.S. Francisco, Ángelus del 15 de marzo de 2015).
Compartir el Bautismo significa que todos somos pecadores y que necesitamos la salvación que Dios nos ofrece, todos experimentamos la misma llamada a salir de las tinieblas e ir al encuentro de Dios lleno de misericordia. (Homilía de S.S. Francisco, 20 de enero de 2016).
Comentario:
«Lectura: “Dios envió a su Hijo al mundo para salvarlo”.
Meditación: Si al levantarnos cada mañana nos preguntáramos ¿a quién puedo ayudar?, todo cambiaría. Una sonrisa, una llamada telefónica, una visita… Basta muy poco para alumbrar la vida de quienes tenemos a nuestro lado. Y dado que hay que trabajar, ¿por qué no hacerlo cuidadosa y amorosamente, consagrados al disfrute de lo que tenemos entre manos? Todo responde en la medida en que ponemos en ello vida y corazón. Podemos salvar este día, no condenarlo. Podemos salvar a esta persona, no hundirla más en su miseria negándole un poco de nuestra atención. Podemos hacer que el mundo brille. Para eso hemos nacido y estamos aquí.
Oración: Necesitamos más comunión y solidaridad, Señor. ¡Que todos tus hijos podamos sentirnos unidos a ti y entre nosotros!
Acción: No niegues tu atención a quien la necesita. Haz que su mundo brille.» ——————————————————————————————-Pablo d´Ors
Oración
Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo te adoro profundamente y te ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los Sagrarios del mundo, en reparación de los ultrajes con los que El es ofendido. Por los méritos infinitos del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María, te pido la conversión de los pecadores. El Ángel la enseñó a los tres pastores de Fátima