San Mateo (21,28-32):
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: «Hijo, ve hoy a trabajar en la viña.» Él le contestó: «No quiero.» Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: «Voy, señor.» Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?»
Contestaron: «El primero.»
Jesús les dijo: «Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis.»
Meditación del Papa Francisco
Cuando abrimos el corazón en la verdad de nuestros pecados, es el lugar privilegiado del encuentro con Jesucristo.
Reconocer nuestra miseria, reconocer lo que nosotros somos y lo que somos capaces de hacer o hemos hecho es precisamente la puerta que se abre a la caricia de Jesús, al perdón de Jesús, a la Palabra de Jesús «Ve en paz, tu fe te ha salvado», porque has sido valiente y has abierto tu corazón al único que puede salvarte.
Jesús dice a los hipócritas que las prostitutas y los publicanos les precederán en el Reino de los Cielos. «¡Es fuerte esto! Porque los que se sienten pecadores abren su corazón en la confesión de los pecados, al encuentro con Jesús, que ha dado la sangre por nosotros. (Cf. Papa Francisco, homilía en santa Marta, 18 de septiembre de 2014)
Comentario de Pablo D´Ors en Palabra y Vida:
«Lectura: “¿Cuál de los dos hizo lo que el Padre quería?”.
Meditación: Los representantes del poder oficial y de ocupación, así como las mujeres que comerciaban con su cuerpo y eran consideradas la ralea más baja de la sociedad son para Jesús aquellos que llevarán la delantera en el Reino de los Cielos. Esto significa, sencilla y llanamente, que las cosas no son para Dios como nosotros pensamos que deberían ser; que su forma de ver al mundo y a las personas es tantas veces la opuesta a la nuestra; que no hay que juzgar por las apariencias, puesto que engañan más de lo que nos atrevemos a sospechar; que lo externo no tiene por qué revelar nada de lo interno; y que aquellos a quienes condena el mundo, en fin, son justamente a los que Él salva.
Oración: Abre mi corazón, Señor, para que mis ojos te vean y mi corazón te ame sin importar tu aspecto.
Acción: Trata esta semana de realizar aquello que te pidan y necesiten de ti.»